Es hora, son las cuatro de la mañana, aunque no dan ganas de salir de la cama por el frío que hace afuera y no quiero imaginarme cómo estaremos los siguientes días con el frío y las lluvias en el campamento. Lo peor ya pasó anoche.... colocando los miles de equipos y maletas en el carro de Bryan que tiene poco espacio en la tolva. ¡En fin! después de un arduo trabajo de ingeniería lo logramos, todo está en su lugar. Listos para partir.
“La Idea de ir al Nevado Ausangate entre enero y febrero, la época más lluviosa del año, fue porque simplemente teníamos las ganas de hacerlo”
Salimos 5.00am milagrosamente puntuales, primera parada, Pueblo de Checacupe, para un buen desayuno al paso de Quinua y Maca (clásico desayuno peruano).
Todo el camino dormimos, todo el equipo aún tenía sueño. Creo que en el fondo todos nos sentíamos un poco nerviosos, ansiosos, tristes, en fin, un poco de todo.
Llegamos a un pueblo muy muy lejano el cual lo bauticé como Mordor (Pueblo de Chillca) por los paisajes que se asemejan a la película “El Señor de los Anillos”. La trocha estaba muy dura y barrosa, pero gracias al buen manejo de River (nuestro driver) nada podía salir mal.
Es la 1pm, llegamos al campamento a sacar piedras, buscar un buen lugar para armar las carpas y para la cocina.
Ya con el camping listo, es hora de cocinar. Fideos de colores con atún y salsa de tomate. No sé si era el hambre pero realmente la comida estuvo buena. Y como postre: una primera bajada, ¿cuál? El freeride más vertical y largo que hice en mi vida. Claro, el problema fue llegar al punto más alto, 5000 metros de altura con bicicleta en la espalda.
Nicolás dijo: Ups creo que olvidamos filmarla y fotearla.
Entonces alguien dijo: hagámoslo de nuevo. Pero bajemos a más velocidad. Estoy de acuerdo dijo Nicolás, buena idea dije yo, entonces yo les hago la foto dijo Bryan.
¡6pm casi oscuro y listos para bajar en bici! cerramos el día con un loco freeride, desde los 5000 metros, directo hasta el campamento base, para celebrar y meterse al sleeping...... hace mucho frío aquí y empezó la lluvia.
Olvidé contar que hicimos una ofrenda y agradecimos a la Pachamama por tan buen día y sobre todo, por protegernos.
Después de una noche fría compartiendo la carpa con Bryan, él con diarrea saliendo a cada rato a mandar faxes a Donald Trump y yo que me acosté con 2 litros de agua, lo cual hizo que salga a regar el césped cada 10 minutos, y con un colchón inflable que se desinflaba; a pesar de todo eso dormí casi bien. Claro que será mejor que cuando amanezca, arme mi propia carpa para dormir más cómodo y tener todo mi equipo ordenado.
Son las 8am y después de un buen desayuno estamos listos, revisamos el mapa, revisamos el equipo y con la seguridad que todo está en orden empezamos la expedición. La primera parte, Subida con porteada desde los 4000 metros, hasta cerca de los 5000 metros.
¡El clima estuvo estupendo! Mejor imposible. Cerca de llegar a la parte más alta podíamos sentir la fatiga y falta de oxígeno, con bicis al hombro, dolor de piernas, se nos hacía imposible esos pocos metros que faltaban, pero con la emoción de ver lo que nos esperaba en la cima. Hasta que por fin… 4921 metros, ¡la cima! Y el cuerpo lleno nuevamente de energías al ver la mega bajada que nos esperaba, con el glaciar al costado.
Un camino angosto, vertical y técnico, directo hasta la base, donde encontramos un par de lagunas turquesas a los 4200 metros. Son esos momentos cuando más vivo te sientes, pero a la vez temeroso, por la magnitud del misterio y soledad que te dan los andes.
Después de tan buena bajada, empezó la tormenta; justo y exactamente en el mismo lugar donde la primera vez, hace ya 2 años casi morimos con mis amigos por la hipotermia y congelamiento de las manos y pies y quienes fuimos salvados por un perro. Pero esta vez vine preparado para no morir. Cerca de las lagunas encontramos unas cabañas abandonadas, pero fue tanto el frío y la lluvia que no tuvimos otra opción que abrir una cabaña y guarecernos de la tormenta que venía.
Pasaron más de 40 minutos y al ver que no pasaría la lluvia, nos alistamos y decidimos continuar con la subida hasta los 4890 metros nuevamente. No lo podía creer, el Apu Mordor (Apu Ausangate) nuevamente nos recibía con una tormenta idéntica a la de la primera vez que estuve allá, lluvia menuda y constante, la cual se convirtió en nieve mientras ascendíamos y cerca de la cima se nubló totalmente.
Foto de la primera vuelta al Ausangate 2015
¡Pero esta vez lo logramos! Hora de descender nuevamente, pero sin nieve, ni neblina, con el cuerpo caliente y ropa seca; esta vez el descenso fue limpio despejado, lleno de curvas y con mucho grip. En verdad disfrutamos muchísimo. Y aún no acaba el día… De ahí pasamos a apreciar la Laguna Ausangate Cocha, tomar fotos y descansar un poco de todo el trajín.
Este día tuve muchos sentimientos encontrados y me puse melancólico. En ese momento pedí a la Pachamama, mientras estaba echado en el piso mirando las nubes, poder volver muchas veces más a este maravilloso lugar.
Es momento de terminar el día y regresar al campamento. Cruzamos una explanada muy larga y llegamos a un punto sobre los 4800 metros donde ya podíamos ver en dirección del campamento, y donde ya podíamos sentir claramente la fatiga corporal y el frío. Fue la última bajada del día, frío, todo estaba nublado y muy húmedo hasta llegar al campamento base, donde River nos esperaba con una sopa de Quinua ¡muy caliente y exquisita!
Y nuevamente empezó la lluvia que durará casi toda la noche…..
Desperté muy cansado, me duele la rodilla y desde el día de ayer en la tarde no para el dolor de cabeza, para variar el colchón se para desinflando por las noches y tengo que levantarme para inflarlo.
Llegamos porteando la bici en la espalda hasta los 5000 metros de nuevo, era demasiado personal la sensación, era una mezcla entre misterio y melancolía lo cual estando ahí muy arriba se convierte en mucho respeto. Es inimaginable la sensación que se siente llegar a la cima, sé que muchos también lo sienten, pero solo los que andamos en bici podemos sentirlo y explicarlo sin palabras, bajando, sintiendo el frío y la adrenalina en tu cuerpo, donde ya no existe cansancio sino euforia.
Hoy al estar ahí arriba divisamos a lo lejos la montaña de 7 colores, se veía impresionante, pero lo mejor de todo es que encontramos nuestra propia montaña de 7 colores ¡y claro que la rodamos! Solo que para llegar ahí arriba tuvimos que hacer escalada en roca con bici en la espalda.
Es tiempo de bajar; freeride desde la montaña de 7 colores hasta la base de la montaña y de ahí un camino fluido, delgado y hermoso hasta nuestro campamento, ¡realmente valía todo la pena!, me sentía felizmente cansado.
Como siempre al llegar empezó la lluvia y no paro por mucho tiempo y yo que me sentía muy cansado, pero para variar no pude dormir nuevamente por el colchón, la carpa que estaba inclinada y rodaba todo el tiempo, la bolsa de dormir es muy delgada, dolor de cabeza, acidez estomacal, etc. Son esos momentos que uno no deja de pensar cuando está solo y nos sirve de catarsis mental. Es cuando uno está lejos e incomunicado cuando más extrañamos a los que más amamos.
Olvide contar que tome mucho pisco media botella para ver si me ayudaba a dormir pero nada, me hizo peor.....
Decidimos todos levantarnos a las 6am, yo estaba despierto desde las 2am con nauseas, dolor de cabeza, mal aliento y el frío que me pasaba a la espalda y me enfermó de tos..... En resumen una noche de mierda.
Me levante temprano y me puse a cocinar un buen desayuno para el grupo a pesar del dolor de cuerpo que tenía. En fin no les dije nada y preferí no contarles nada. Alistamos todo el campamento y salimos en dirección a otro caserío que se encontraba a la vuelta de la montaña Ausangate. ¡Qué bello paisaje! Salió el sol, se veían las montañas inmensas de nieve, todo el valle verde con muchas alpacas por todo lado y cataratas cayendo de los nevados.
Es en esos momentos cuando uno se siente miserable de ser humano y no haber sido un animal de montaña. Digo miserable de ser humano porque siempre queremos todo y nunca nos saciamos, en cambio aquí no necesitas dinero para ser feliz, solo necesitas conectarte con la Pachamama, pero sobre todo “conectarte contigo mismo”. Mucha energía y potencia de este lugar. Fue lindo este día.
“Yo no elegí ser lo que soy y hacer lo que hago; intenté ser alguien normal que haga las cosas normales, pero me adapto mejor a ser quien soy y hacer lo que hago”.
Bryan y Nicolás fueron a rodar, River fue a explorar caminando y yo solo quería descansar, así que me quede en el campamento a descansar y pensar. Quería cocinar pero eran más fuertes las ganas de ver el paisaje. Mucha belleza, mucha paz, mucha soledad, “mucho quizás de uno mismo”.
Me inspiré y preparé Tacos con verduras salteadas con atún. Creo que fue el mejor plato que comimos en todo el viaje.
Llegaron los muchachos, comimos y nos relajamos bien toda la tarde. Como habíamos llevado tanta comida, muchas cosas que teníamos le regalé a Florencio, un local que tenía su cabaña cerca y vivían de sus alpacas y papas nativas que el mismo sembraba y cosechaba. Tenía dos hijos, uno llamado “pepino” Edgar (2 años) y Anita (5 años), con quienes jugamos y nos acompañaron, linda tarde; niños, amor, inocencia, paisaje, paz, amigos. Lo más bello fue que Florencio me llevó al riachuelo que desciende del nevado y pescó unas cuantas truchas y ese fue su regalo para nosotros y su esposa me mandó pan casero a la sartén recién hecho y muy caliente. Me sentía en casa.
Yo sabía que esa noche iba a ser larga, porque regale mi colchón a Florencio y pensaba dormir en la colchoneta de bicis; pero nuevamente Florencio llegó con 4 pieles de oveja que los usé como base y todo cambió, dormí muy caliente, cómodo, sentía que estaba en una nube tibia. Por fin mi primera noche caliente y cómodo.
A la mañana siguiente seguían las sorpresas, amaneció despejado todo verde con el nevado imponente, entonces empezamos a alistarnos para el día final, la rodada épica, el remate de la expedición, el filete del Ausangate.
Desayunamos caldo de pescado hervidos solo con sal, Florencio me regaló unas papas nativas moradas, su esposa nos cocinó carne de Baby Alpaca, cocido con cenizas (Alpaca a la Leña), ¡muy rico! también nos invitó a su casa para volver en otra oportunidad y dormir en sus cabañas, para pescar, trasquilar alpacas y mostrarnos más lugares. Florencio y yo nos hicimos muy buenos amigos.
Me dio mucha nostalgia salir de ahí. Algo de mi ser se quedó con esa familia.
La bajada final, la bajada épica, día soleado, “EL DIA”.
Todo tenía que salir bien. Cerca de la cima empezó la lluvia, se volvió en hielo ventoso helado, que te golpeaba la cara y sentías dolor de tanto frío, hambre cansancio y fatiga por la altura a 5000 metros.
Mojados y con el paisaje totalmente cubierto de neblina empezamos la bajada que al final, con tanto barro, mojados y de hambre no lo pudimos disfrutar.
“Son esos momentos donde el equipo debe conversar de cosas divertidas, reír un poco y ponerle energías para compensar el mal tiempo y falta de energías” Cuando uno se siente bajoneado y de mal humor todo lo demás se pone así. Es la atracción de las cosas.
¡Se acabó! Llegamos a Pacchanta a meternos un buen chapuzón en aguas calientes y recuperar los músculos.
Mientras más se desgasta nuestro cuerpo; más joven se hace nuestra alma, porque por más que podamos conocer todo en el mundo, lo más difícil de conocer es a uno mismo.